3 de abril de 2008

¿"Sujetos" a qué? (Autora: Paula Albanesi)

(Trabajo presentado en el 3º congreso Argentino de Salud Mental)
I- Introducción
Podemos pensar al cine como una obra de arte, un reflejo de aquello que sucede en nuestra cultura hoy. Como señalaba Kandinsky “Toda obra de arte es hija de su tiempo y, muy a menudo, la madre de nuestros sentimientos…”. En el film “Contra la pared”, de Fatih Akin, observamos como el director muestra con presición y crudeza el rostro de la sociedad actual: agresión, vacío, confusión, adicciones, debilidad de principios y valores, ausencia de lazo social. Se ve al personaje principal de la película, en su hábitat, todo sucio, desordenado, abandonado, podríamos decir, des-habitado. El protagonista no es más que un objeto entre todos los objetos-gadgets que lo envuelven, que lo rodean, confundiéndose entre ellos. En tanto objeto de desecho, está por fuera de la norma de la ley y del deseo, marginado del lazo social, que lo lleva a ubicarse en un lugar de residuo evidente. Todas estas características nos convocan a pensar en la falla de regulación del goce, en la caída de los grandes relatos, en cuerpos desbordados de pulsiones, en subjetividades cuantificables y objetivadas, en sujetos aislados, “sujetos” al malestar de la sociedad actual, que se manifiesta en la clínica (y lejos de las Doras de Freud) bajo estas nuevas mascaradas (enfermedades psicosomáticas, anorexia, bulimia, depresión, ataques de pánico, stress post traumático, adicciones, etc), que la ciencia actual, bajo el mando del DSM IV, clasifica como producto o resultado del stress([1]) etc. La época actual, época de “mal-estar”, nos convoca a pensar y reformular la práctica analítica una y otra vez, en tanto somos testigos participantes de las condiciones actuales de producción de subjetividad, que nos remiten a un “que- hacer”, a encontrarnos con la gravedad y la urgencia, a re pensar cuales son las coordenadas, los principios sobre los cuales fundar nuestra práctica. Las preguntas que surgen en relación al presente trabajo tienen que ver con la conceptualización del sujeto en psicoanálisis, cual es su dimensión en la sociedad actual, cuanto de lo social repercute en la constitución de lo subjetivo y cual es la posición a tomar frente a estas nuevas “urgencias”.

II- Advenimiento del sujeto

La noción de sujeto es central en el campo del psicoanálisis. Desde la conceptualización cartesiana de sujeto, instaurada en la modernidad con el célebre “Pienso, luego existo” ( que nos remite a un sujeto que para ser tiene que pensar); hasta el recorrido freudiano de “sujeto del inconciente”, es indudable el camino recorrido. Donde la tradición filosófica veía sólo un sujeto de la conciencia, Lacan, en una lectura novedosa y original, rescata al sujeto del psicoanálisis, que hace reposicionar la categoría de Sujeto. ¿De qué sujeto hablamos en psicoanálisis? En el acto analítico nos preguntamos ¿quien habla allí?; y no nos referimos a una dimensión de la conciencia, digamos del yo, sino a una dimensión otra, del sujeto del inconciente, inconciente estructurado como un lenguaje, y del cual el sujeto se desprende. La dimensión de la subjetividad es a la que nos convoca el psicoanálisis, dimensión que queda por fuera en las ciencias, cuyo sujeto es objetivado y destituído de lo subjetivo. El estatuto del sujeto del psicoanálisis, es ético. Dividido entre el saber y la verdad, estructurado por la falta, el sujeto lacaniano se desprende de la cadena significante. Esto comienza desde el momento de la llegada de un niño al mundo, en tanto los seres humanos al nacer, lo hacen en un estado de prematuración e indefensión, dependiendo de un Otro que lo libidinice. Es así, como la madre, o quien cumpla esta función, baña con su parloteo a ese niño recién nacido y lo irá dotando (en el mejor de los casos) de las primeras huellas de lenguaje. Lo sostiene, le habla. Con su discurso irá inscribiendo así los primeros significantes que constituirán a ese recién nacido en Sujeto. Constitución que se da en relación al Otro, y es en ese Otro Simbólico donde encontramos la cadena significante, y de la cual el sujeto podrá hacerse presente, de la cual va a aparecer. Sin Otro no hay sujeto.

Retomemos lo que señala Lacan en su Seminario 11:”Al producirse en el campo del Otro, el significante hace surgir el sujeto de su significación. Pero sólo funciona como significante reduciendo al sujeto en instancia a no ser más que un significante, petrificándolo con el mismo movimiento con que lo llama a funcionar, a hablar, como sujeto .La constitución del sujeto nace en el campo del Otro”. Un significante es aquello que representa a un sujeto para otro significante, en tanto aquí surge el efecto del significante, constituyendo la dimensión del sujeto psicoanalítico. El sujeto así, se inscribe en la esfera del lenguaje, lenguaje que lo pre-existe y que marcará las condiciones subjetivas particulares. El sujeto se constituye desde el momento que habla. Retomando la pregunta ¿Quién habla en análisis? Y ¿desde que lugar lo hace? El sujeto que habla allí, marcado por la estructura, se hace evidente, en los lapsus, los actos fallidos, los sueños, el chiste, instante en el cual el discurso no se sostiene y emerge algo de otra lógica, del orden del inconciente. Estos cortes, estas discontinuidades producen el advenimiento del ser, cuya lógica es atemporal, pero que se produce en una escansión temporal, por el efecto de significación de la cadena significante que otorga la estructura al sujeto como una discontinuidad en lo real.
Para pensar en el advenimiento del sujeto, también deberemos diferenciarlo del yo, y esta cuestión nos lleva un poco más lejos, a los desarrollos freudianos de la segunda tópica, en tanto diferenciación entre sistemas conciente, pre-conciente e inconciente. Si bien, estas conceptualizaciones exceden el presente trabajo, es el inconciente el que se manifiesta en los sueños, en los lapsus, produciendo efectos que no son susceptibles de conciencia, de lo cual no se puede hablar, y que se manifiesta intensamente. Para Lacan, el inconciente está estructurado como un lenguaje, su existencia la sabemos vía la palabra, por el discurso del sujeto. En este discurso, que comprende operaciones del lenguaje, como la metáfora y la metonimia, las asociaciones de ideas van por el camino del significante y del sentido. Por la metáfora se producen las selecciones y sustituciones de un significante por otro, produciendo un efecto, un plus de significación, y por la vía metonímica, es que se conectan y se combinan los significantes. A partir de estas operaciones es que se va a producir lo que el sujeto tiene para decir, su historia, la historia de su deseo, y es la escucha atenta del analista (su “atención flotante”) la que develará la posición y desde que lugar habla el sujeto. En cuanto al yo, Lacan le otorga una importancia fundamental al estadio del espejo, como instancia formadora de la función imaginaria que se designa “yo” (je), y que se correlaciona con un primer momento de las identificaciones. Es a partir de allí, del otro semejante que sostiene y que posibilita una imagen de completud, de ortopedia, que surge la posibilidad del yo. En este momento, el efecto simbólico que produce el reconocerse especularmente en el Otro, produce la alienación por el reconocimiento de la imagen propia que viene dado desde otro, de lo ajeno. Se es lo que el otro me devuelve. Como en el cuento de Borges, “El otro”, en donde el personaje principal se encuentra consigo mismo, un par de años mas tarde. Una de las frases dice así :”(…) éramos demasiado distintos y demasiado parecidos. No podíamos engañarnos, lo cual hace difícil el diálogo. Cada uno de los dos era el remendo caricaturesco del otro”([2]) Este yo especular, que conforma el je, más tarde dará lugar a una instancia simbólica representativa del sujeto del inconciente. Este primer boceto será un contorno que contendrá todas las imágenes constitutivas del yo imaginario. La identificación imaginaria, es en palabras de Nasio, “la fusión del yo con la parte agujereada de la imagen del semejante es la imagen del espejo en su estructura invertida, que lo aliena y por el cual se desconoce, al igual que ocurre con su deseo que ubica en el objeto de deseo del otro” ([3]). En análisis se verá como las identificaciones que se producirán a lo largo de la vida del sujeto, sostienen al ser del sujeto, como se puede reconocer en la clínica, cuando el analizante dice “soy adicto”, en tanto el significante “adicto” era su forma de estar en el mundo, de ser reconocido, por él y por los otros. Parte del trabajo del analista consistirá en posibilitar que esas identificaciones caigan y se produzcan unas nuevas.

Como advenimos sujetos y a qué sujeto escuchamos hoy, fueron las preguntas que guiaron las coordenadas teóricas del presente trabajo. En la práctica analítica, el hecho de que estemos frente a un analizante, en principio, no constituye a un sujeto. Comenzamos a ubicarlo en tanto sujeto en la medida en que habla, habla a otro, en la medida en donde podemos ubicar al Otro, que es el que lo constituye. No hay sujeto si no hay un significante que lo funde.

III-¿Sujetos a qué?
De esta manera, descubrir la propia voz, el propio cuerpo, la propia imagen, tener un nombre propio, separarse del otro y asumir la posición de sujeto deseante, es un camino que implica el ser hablantes. Hacerse sujeto responde a que el niño ocupa un lugar en relación al deseo, aún antes de nacer. Luego, aparecerá el significante del nombre del padre, instancia simbólica que actúa mediante el corte, mediante la ley, representando una instancia de terceridad que operará en la relación madre-hijo. Este corte, regulador del goce, permitirá al niño asumir una identificación significante, lo que le posibilitará la emergencia del deseo.

Ahora bien, retomando la caracterización de la época actual, y de cómo se encuentra el sujeto en ella lo que se vive actualmente es la falta de regulación de esta ley, donde parecería estar todo permitido, o al menos, poco regulado. Hay una desvanencencia del nombre del padre.

Asistimos a una época de grandes vacíos, de la caída del Otro como instaurador de la ley, que organiza y pone límite al goce. En esta era de desbordes, la ausencia del Otro se presentifica en las patologías actuales, que convocan permanentemente a rodear un borde, un límite entre el que hacer y la pregunta por la urgencia. Someter a pensamiento y a reconstrucción la posición del sujeto, a que sujeto escuchamos, romper con lo instituido desde el sistema, reivindicando la particularidad del caso por caso, ir más allá de lo masivo y etiquetable, es un desafío para los analistas de hoy, cuya práctica se inserta en el mismo sistema que atenta contra el sujeto de nuestra praxis. En su texto “Hijos del Trauma”, Laurent propone siempre considerar al sujeto del inconciente, dejando de lado las categorías anónimas, y no contribuir a la ausencia del lazo con los otros. El propone reinventar al Otro, en tanto esto sólo es posible defendiendo lo particular, rescatando la palabra, y lo que un sujeto pueda decir allí, desde lo más profundo de su ser. En esta dirección tenemos que operar para no caer en la pérdida de la identidad de la práctica, y sobre todo, para rescatar la dimensión del sujeto. Hoy ya no hablamos de sujeto, sino de consumidor. No hablamos de deseo, sino de una compulsión a tener cuanto objeto surja en el mercado. Hay un borramiento de la dimensión subjetiva deseante, en tanto los gadgets pasan a ser los nuevos objetos de las pulsiones, que corren acéfalas y sin circuitos. Las formas de satisfacción actual dejan por fuera a la palabra, implicando un mayor rechazo al encuentro con el otro sexo, a la posición sexuada, a posicionarse frente al deseo. Los excesos de objetos-gadgets (producidos por la ciencia y la tecnología), propician distracciones a los individuos, opacando la subjetividad. Estos objetos producen un goce excesivo, que al no estar regulado, taponan y enmascaran la dimensión de la falta, haciendo creer a su dueño en la completad y sutura de la división subjetiva. Ilusión de completad, donde el objeto viene a salvarnos del vacío del tiempo libre. De aquí que nos encontremos ante tantas adicciones: al sexo, a las drogas, a la comida, alcohol, etc. Como analistas, esto nos convoca a pensar en cuales son las nuevas modalidades de goce, en lo que Freud llamó pulsiones de muerte: goce desregulado que borra toda dimensión de deseo, y nos convoca a pensar los principios de la clínica guiados bajo un nuevo enfoque: el de los “sujetos al malestar”.

IV-Bibliografía

- Jacques Lacan. El seminario, libro 11: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Editorial Paidós, edición 2003. Cap.2,3
- J.A. Miller. Introducción al método psicoanalítico. Editorial Paidós, Buenos Aires 2003, Serie Nueva Biblioteca Psicoanalítica. Punto 1. Método
- J.A Miller. La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica. Editorial Paidós, Buenos Aires 2003. Cap. V: La intención del obstáculo.
- Laurent, E. La urgencia generalizada. Editorial Grama, Buenos Aires, 2004. Cap. “Hijos del trauma”.
- Menassa, Cuesta. La identificación en Psicoanálisis. Editorial Grupo Cero. Madrid, 2002.Colección extensión universitaria.
- Nasio, J.D. Enseñanza de 7 conceptos cruciales del psicoanálisis. Editorial Gedisa. Barcelona
[1] Laurent, E. La urgencia Generalizada, Pág.23
[2] Borges, J.L. Obras Completas. El libro de Arena (1975) “El otro”. Emecé Editores 1989, pags. 11-16.
[3] Nasio, J.D. Enseñanza de 7 conceptos cruciales del psicoanálisis, Págs. 159-160